jueves, 9 de enero de 2014

El cortejo en el siglo XVIII


A mediados del siglo XVIII florecía en España la moda del "cortejo" entre las gente de alta sociedad. Teniendo en cuenta que la "unión" en el matrimonio de la época no se asemeja a lo que hoy día entendemos por "matrimonio", vamos a leer la reflexión que María Martínez Soto hace sobre este fenómeno en "El matrimonio y la mujer en el siglo XVIII" : 

  La mujer casada en el Antiguo Régimen gozaba de mucha libertad, libertad que fue criticada por los pensadores ilustrados, los cuales consideraban que conducían hacia un desprestigio total del matrimonio. Muchos textos representan cómo la mujer casada al margen de la vida matrimonial busca su propio espacio y sus propias relaciones extramatrimoniales dando lugar a la moda del cortejo. Esta moda del cortejo fue lo que llevó a la dama a estar informada sobre la moda, la literatura, etc. Al cortejo le estaba permitido visitarla en su alcoba recién levantada o en el gabinete y asistir a su baño.
  Este fenómeno tomó verdadero auge a partir de la segunda mitad del siglo, como atestiguan un gran número de autores que arremeten en sus obras contra su práctica. La figura del cortejo la encarna un tipo característico de esta época que se conoce con el nombre de “petimetre”, un hombre a la moda que representa el modelo de hombre que toda mujer quería lucir en sociedad. 
  El cortejo representa la otra cara del matrimonio: la libertad, ya que podía ser sustituido en cualquier momento por otro sin ningún tipo de ataduras. Era un chico de compañía en los momentos más íntimos; con él podían mantener largas charlas acerca de abanicos, peinados, cualquier moda presente en la sociedad y para ellas, lucir al cortejo era un complemento más de moda. A pesar de la libertad que esta moda parecía representar, el papel de la mujer en el matrimonio seguía siendo la obediencia y la castidad, ya que la mujer casada seguía permaneciendo oculta bajo la figura de su marido. 

  Podemos saber cómo, en esta época, los maridos se dividían en dos partes: los que aceptaban el cortejo y los que no lo permitían. 
  Llama la atención esta manera de ver la "unión" matrimonial. Además, sorprende la contradicción que se da entre el cortejo y la obediencia, ambas practicadas por la mujer. Está claro que, en esta época, la mujer estaba presa a su marido pero, como era una moda, se veían sujetas también a esta moda, como si de un sombrero bonito se tratara. 


L. Gómez Torrego, P. Navarro Gómez, Enrique Páez, Lengua y literatura, Mester, SM, 2002.
    

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